¿Cuántas veces hemos escuchado eso de “Ya hablará”, “al final todos hablan”?

¿Cuántas veces hemos escuchado eso de “Ya hablará”, “al final todos hablan” o “el mío tenía cuatro años y aún no hablaba nada y ahora, ya ves, no calla”?

Parece que en general no tenemos una idea clara de cuándo un niño tiene que empezar a hablar o tiene que hablar bien. Hay infinidad de tablas y estudios que nos dan unos hitos básicos en el desarrollo del lenguaje y que nos dicen que el registro fonológico no está cerrado hasta los 7 años de edad, es decir, que un niño está aprendiendo a hablar los primeros 7 años de su vida y no es demasiado preocupante que determinados sonidos no estén presentes en su lenguaje oral a determinadas edades.

Sin embargo, la primera referencia es fácil, un niño de dos años tiene que manejar un vocabulario mínimo de 50 palabras y realizar frases de dos elementos, y un niño que empieza su periodo de escolarización en la etapa de infantil tiene que ser capaz de expresar sus deseos y necesidades por medio del lenguaje y que dicho lenguaje sea inteligible para cualquier persona que se comunique con el niño y no sólo con sus familiares más cercanos.

Frente a esto, encontramos que hay un tanto por ciento elevado de niños que empiezan el colegio y presentan algún problema de lenguaje que puede ir desde una simple “lengua de trapo” hasta un trastorno de su desarrollo, en el que quedarían englobados los aspectos no solo expresivos sino también comprensivos, comunicativos, afectivos y sociales del lenguaje.

“Los límites de mi lenguaje, representan los límites de mi mundo”.

-Ludwing Wittgenstein-

La mentira del «ya hablará»

A menudo las alarmas saltan en los padres cuando en la guardería o en el colegio ven a sus hijos con los otros niños de su edad y se dan cuenta de que “los suyos no hablan”. Esa primera duda que asalta a las familias marca el momento de tomar parte en el asunto y consultar con un profesional.

No todos los niños que con dos años no hablan van a desarrollar posteriormente un trastorno del lenguaje, pero sin duda, la detección precoz y la atención temprana de las posibles dificultades es la manera de minimizar las consecuencias de las mismas. No hay motivo para esperar más.

En el desarrollo del lenguaje el tiempo juega en contra y son los profesionales del lenguaje junto con los padres, los que deben decidir si empezar o no una terapia logopédica, la temporalidad de la misma y los objetivos a cumplir.

En definitiva, la comunicación y el lenguaje (oral, gestual, pictográfico…) son el vehículo para un desarrollo pleno como personas y seres integrantes de una comunidad hablante, y por ello es necesario que los niños adquieran esas habilidades cuanto antes. El “ya hablará” no es una opción, hay que recuperar el tiempo perdido y cuánto antes se haga mejor.

Artículo escrito por Mónica Sanz, logopeda y coordinadora del Centro Isabel Olleta

Alimentación y lenguaje

De todos es sabido que a lo largo de nuestra vida el tipo de alimentación y la dieta que seguimos va evolucionando en función de nuestras necesidades. Desde el momento que el niño nace y acude por primera vez a la consulta de pediatría, el profesional encargado de hacer sus seguimientos va dando pautas a los padres del tipo de alimentación que dicho niño debe seguir y los cambios que hay que ir introduciendo en la dieta.

Es alrededor del año de edad, incluso un poco antes, cuando debemos empezar a incorporar alimentos sólidos. Pero, ¿qué puede pasar cuando, por diferentes causas, no hacemos la transición a la alimentación adulta en el momento adecuado? ¿está esto relacionado con el desarrollo del lenguaje?

Tenemos que tener en cuenta que la musculatura que utilizamos para masticar es la misma que utilizamos para hablar. La mejor manera de ejercitar y fortalecer esa musculatura y aprender a coordinar todos sus movimientos es llevar a cabo el acto de masticación. Además, nuestros dientes van evolucionando y cambiando en función de las necesidades del momento, por lo que el proceso de alimentación influye directamente en el correcto desarrollo de la dentición.

En el momento del nacimiento, incluso antes de éste con aparición de primeros reflejos como el de succión, los órganos encargados de la alimentación y el habla empiezan a trabajar y desarrollarse para alcanzar un punto óptico de fuerza y precisión.

A medida que vamos introduciendo nuevas texturas los músculos tienen que ir adaptándose a las mismas y ejerciendo fuerzas diferentes para conseguir formar el bolo alimenticio y superar el proceso sin problemas.

Desde el punto de vista logopédico, cuando se nos presenta un niño con dificultades para la articulación de algunos sonidos o con una expresión oral ininteligible, debemos recoger información acerca del tipo de alimentos que el niño ingiere (líquidos, semisólidos o sólidos), así como de las texturas de los mismos (espesos, con “grumitos”, le gustan o no las texturas suaves tipo macarrones…). A partir de ahí podemos iniciar el trabajo con el niño y con la familia.

Es importante distinguir entre los niños que presentan un problema sensorial con las texturas (en cuyo caso el tratamiento irá dedicado a minimizar esa hipersensibilidad oral y paralelamente hacer un trabajo de lenguaje) y los niños que únicamente son selectivos con las comidas y no tienen dificultades reales (no comen pollo o verdura pero son capaces de comer chocolate, chucherías y patatas fritas), en cuyo caso además del trabajo logopédico habrá que realizar un trabajo de modificación de las conductas alimenticias.

¿Qué podemos hacer en casa?

-Es importante seguir en todo momento las indicaciones del pediatra en cuanto a alimentación.

-No retrasar la retirada del biberón (aproximadamente al año) y el chupete (entre los dos y los dos años y medio).

-Dejar que el niño utilice vasos antivuelco para leche, agua y demás líquidos.

-Cuando estemos en la fase de alimentación con cuchara, no insistir en ser nosotros los que limpien los restos de alimentos de los labios del niño, sino facilitar que sea él mismo, con su lengua, el que haga los barridos para retirar dichos restos.

-Ofrecer bebidas con pajitas, ya que éstas obligan a mantener los labios cerrados y con un tono adecuado.

-Es preferible presentar los alimentos sólidos cortados en tiras, ya que de esta forma obligamos al niño a desmenuzar con sus dientes dichas tiras antes de poder tragarlas, cosa que no hacemos si los alimentos se presentan en trocitos muy pequeños.

-Adaptarnos al ritmo del niño y no enfadarnos ni regañarle en caso de que el tiempo de la comida se alargue más de lo esperado.

Que el proceso de la alimentación sea natural no quiere decir que sea fácil. Por ello es recomendable acudir a un especialista en caso de que aparezcan dificultades de cualquier tipo a lo largo de su desarrollo.

Artículo escrito por Mónica Sanz (logopeda y coordinadora del Centro Isabel Olleta)