El uso de las nuevas tecnologías sí está cambiando el cerebro de los adolescentes

Más estímulos y un contacto constante con las tecnologías. Esas son algunas de las grandes diferencias entre los adolescentes de hoy y los de hace tan solo veinte años. ¿Deben los padres preocuparse por cómo afecta esto al cerebro de sus hijos? ¿Se puede proteger? «Antes los jóvenes tenían que buscarse las rutas para llegar a la información y solo llegaban a una parte.

Hoy el acceso a ese contenido es inmediato y en cantidades ingentes. La presión no está en cómo acceder a los datos, sino en con qué nos quedamos», explica Diego Redolar, profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC y experto en neurociencia y psicobiología.

El cerebro, prosigue Redolar, «es adaptativo, y está haciéndose más efectivo a la hora de buscar y seleccionar». «Esto significa que los aspectos funcionales del encéfalo, que además no acaba de formarse por completo hasta los veinte años, cambien y que un niño que haya utilizado las tecnologías desde muy pequeñito trabaje y procese de forma diferente.

No cambia la estructura, pero sí la capacidad plástica», añade. Esto no quiere decir, aclara, «que sea ni peor ni mejor. Simplemente, que tendrá otras estrategias cognitivas. ¿Qué puede ocurrir? Que estos niños y adolescentes estén súper acostumbrados a la inmediatez, y que cuando se produzca una demora su cerebro no esté preparado para ello».

Relaciones sociales

También puede suceder, añade Beatriz Gavilán, doctora en Neurociencias y neuropsicóloga, y también docente de la UOC, que el uso excesivo de tabletas o redes sociales disminuya la exposición del tú a tú. «Si uno no se expone nunca a ciertas situaciones, es mucho más difícil que aprenda cómo estar en un grupo». «Pongamos, por ejemplo, el caso de los videojuegos –propone Redolar–.

El problema no está en el uso de los mismos, que además hay estudios que señalan que pueden mejorar ciertas capacidades cognitivas como pueda ser la atención, sino en que el adolescente le dedique muchas horas y deje de hacer ejercicio, de relacionarse con sus iguales… Eso es lo que podría tener efectos negativos».

Lo que sí se ha demostrado, continúan ambos, son las consecuencias negativas que produce el estrés en el desarrollo del cerebro. «Cuando se sufre estrés a largo plazo, el sistema da una respuesta a ello. Mientras que el estrés en los adultos suele relacionarse con el trabajo, en los adolescentes, en concreto, se suele dar cuando perciben una falta de control en una situación que les preocupa.

Puede ser una separación de los padres, una desestructuración familiar, o cuando se sufre acoso escolar o bullying», señala el profesor de la UOC. Ante estos hechos, el profesor recomienda a los progenitores que estén atentos por si su hijo sufre una situación vital estresante para poder intervenir en ella y evitar males mayores.

Por último, otro de los factores que puede afectar al correcto desarrollo cerebral es el consumo de drogas como el alcohol y la marihuana. «Pueden generar cambios en diferentes regiones cerebrales y modificar el funcionamiento de la corteza prefrontal, todavía inmadura», concluye este docente.

Artículo extraído de ABC

Adolescentitis, un “mal” que afecta a millones de adolescentes en el mundo

Hace unos meses se compartía de manera viral la historia de una adolescente que le pedía a su madre un justificante por haber llegado tarde a clase. La madre, probablemente en principio sorprendida por el descaro de su hija, hizo alarde su originalidad justificando el retraso de su hija por un mal denominado adolescentitis.

La madre, Nicole Poppic, publicó en sus redes la nota que escribió para su hija justificando su retraso de esta manera: “Esto es lo que pasa cuando llegas tarde por culpa de tus propias malas decisiones y me pides que te escriba una nota para justificar tu retraso”.

La nota que escribió a su hija, Cara, versaba lo siguiente: “Cara llega tarde esta mañana como consecuencia de una enfermedad conocida como adolescentitis. Afecta a millones de adolescentes del país y no se conoce cura. Los síntomas son múltiples, pero esta mañana en concreto era incapaz de levantarse de la cama y además sentía la necesidad de ponerse contestona con su madre. (…) Por favor, llámenme si hay otro brote”.

 

La adolescentitis es el inicio de la metamorfosis

El psicólogo Stanley Hall es considerado un pionero en el estudio de la adolescencia como etapa evolutiva. Él describió la adolescencia como un segundo nacimiento en el que se produce una especie de recapitulación de las experiencias infantiles, añadiéndose a ellas una serie de crisis y aprendizajes.

La adolescencia es una etapa que fluye entre los 12-20 años y en la que se abren paso gran cantidad de cambios que no son solo físicos, sino también cognitivos, emocionales y existenciales. Debido a ello, en este momento la tendencia a cuestionar cómo funciona el mundo y cuál es el papel que se juega en él.

Esto supone una verdadera revolución en todos los aspectos, pues los chicos y chicas en este período están inmersos en una montaña rusa emocional y cognitiva que les lleva a comportarse de una manera “revolucionaria”.

La rebelión de las hormonas y del cambio de posición socioemocional es lo que justifica que el mundo observe esta etapa como adolescentitis.

Una de las preguntas más habituales entre los padres es por qué, si el adolescente parece tener desarrollada ya la capacidad de pensar como un adulto, no actúa como tal. Esta cuestión tiene una respuesta clara: la madurez cognitiva y la madurez emocional no suelen ir al compás.

Por eso se tiende a considerar que, en muchos aspectos, el adolescente es aún emocionalmente inmaduro, definiéndose así como fluctuante, explosivo y temperamental (características que habitualmente nos hacen hablar de adolescentitis). No obstante, debemos saber que es gracias a esa madurez cognitiva o de pensamiento que se logra iniciar la búsqueda de una identidad o esencia personal.

Habitualmente, el adolescente ha desarrollado sus capacidades emocionales hasta el punto de ser equivalentes a las del adulto. Sin embargo, aunque cuenta con ellas, no cuenta con la experiencia del adulto, por lo que se centra principalmente en el análisis de ese mundo emocional del que tiene que absorber lo máximo.

Es frecuente que, en medio de su particular vorágine emocional, el adolescente manifieste con asiduidad estados emocionales negativos y emociones de gran intensidad que confunde justamente por manifestarse juntas.
Esta activación emocional implica tal sobrecarga que el adolescente no logra dar sentido a muchas de sus emociones de una manera acertada en un primer momento. Sin embargo, tenemos que tener en cuenta que todas esas experiencias le ayudarán a conformar la comprensión del complejo tándem compuesto por sus emociones, sus pensamientos, sus actuaciones y la situación psicosocial que perciben.

Tres factores que explican las complejas relaciones familiares en la adolescencia

Millones de padres de todo el planeta se sentirán, sin duda, identificados con la situación que planteábamos al inicio del artículo y que denominábamos como adolescentitis. Hijo o hija adolescente, en su afán por mantener una actitud díscola y desafiante, se desata en una rebelión contra las normas establecidas por los progenitores o por la sociedad en sí.

Hay que tener claro que para el adolescente es también una etapa muy confusa, ya que no se encuentra a pesar de estar continuamente buscándose, reinventándose y cambiando. La estabilidad brilla por su ausencia y, desde luego, no se ve una luz al final del túnel.

La complejidad de las relaciones familiares en la adolescencia se puede explicar en torno a los siguientes tres factores delimitados (salvando, por supuesto, las diferencias individuales):

1. Conflictos con los padres y con su posición en la sociedad

En cierto período de esta etapa muchas veces los adolescentes son tratados como niños a la vez que se les pide que se comporten como adultos, arruinando de alguna forma la visión de madurez y certeza que tienen de sí mismos y perpetuando un estado de conflicto entre sí mismos y la sociedad.

Esto, en la actualidad, se constituye como un fenómeno llamativo que podemos llamar desincronización. Básicamente se trata de que los desarrollos personales se producen cada vez de manera más precoz mientras que la integración de la persona en el mundo adulto y laboral se produce de forma más tardía. Esto prolonga la adolescentitis y agrava, muchas veces, los conflictos familiares.

2. Alteraciones en el estado de ánimo

El adolescente es, por definición, emocionalmente fluctuante. Sus cambios de humor son más bruscos y presentan estados de ánimo más extremos y negativos con mayor frecuencia. Si se les pregunta a lo largo del día, suelen informar de mayor cantidad de sentimientos negativos que adultos y preadolescentes.

Asimismo, el adolescente es aún más fluctuante, intenso y negativo si no goza de popularidad entre su grupo de iguales, tiene un bajo rendimiento escolar o están presentes conflictos familiares como el divorcio. La adolescencia, aun considerando las diferencias individuales, es una etapa con grandes posibilidades de ser “emocionalmente complicada”

3. Conductas de riesgo

Los adolescentes, en su afán por ir en contra de lo establecido, se implican con más facilidad en comportamientos ilegales, antisociales, temerarios o, en definitiva, que impliquen algún riesgo. No obstante, a diferencia de los conflictos familiares y las alteraciones anímicas, las conductas de riesgo son más probables en la adolescencia tardía y en la temprana juventud.

Algo que se explica por la impulsividad y la tendencia a buscar nuevas sensaciones. Estos dos factores, junto a los comentados antes, nos ayudan a comprender que estamos ante un período crítico que necesita de la supervisión y de la guía (a una distancia prudencial y variable en función de las circunstancias, eso sí) de los responsables del menor.

Tenemos que tener muy claro que la adolescencia es una etapa en la que uno se impregna de lo que tiene el entorno, por lo que debemos cuidar mucho cuál es ese entorno. No hay varitas mágicas que nos ayuden a manejar esta etapa pero lo que está claro es que, por raro que parezca, la adolescencia implica una preparación a nivel familiar similar a la que se realiza cuando un bebé va a llegar a una casa.

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Artículo de Raquel Aldana escrito para lamenteesmaravillosa.com